26 de Julio, último día. A más de 3000 km de casa, un país extrangero. Alcohol.
Esta primera oración podría definir aquella noche. Aún alumbraba el sol a eso de las siete y media, sentadas sobre un césped húmedo y acompañadas de una botella de Bacardee y otra de Vodka. Un ambiente de complicidad entre 7 amigas a tan solo 5 horas de un adiós definitivo, y ¿qué mejor forma de celebrarlo que bebiendo? Una pregunta, que tras aquella noche obtendría miles de respuestas. Empezamos a beber. Risas contagiosas, mofletes colorados y alguna que otra finjiendo sufrir los efectos de lo ingirido. Un fuerte ardor en la boca del estómago y una impaciencia percibicle a lo desconocido. Comencé a saltar, correr, gritar... estaba claro que ya era presa de mi cuerpo manipulado por el alcohol, recuerdo las risas de mis amigas, algunas en la misma dinámica que yo.
Entramos en la dicoteca sin levantar sospecha alguna. aparentando estar en buenas condiciones, hasta que caí delante de todos.
Mi memoria no alanza a más, todo queda a manos de dos bebidas alcoholicas que rondan los 50 grados.
Encerrada en un baño compartido con amigas que cuidaban de mí., el fuerte murmullo de la música que creía conocer, se colaba por la puerta cada vez que entraba alguien. Primero entraban personas de mi edad... después comenzaron a entrar personas adultas que no me dejaban salir de allí y sólo recuerdo personas conocidas gritando mi nombre, mojándome la cara....
Estaba tumbada en el césped, no sé como acabé allí, miraba a mi alrededor, me encontraba a la salida de la discoteca. Rodeada de muchas personas adultas hablándome en inglés, estaba el chico que me gustaba, al que había besado el día anterior y que ahora me miraba con cara de decepción. al no poder reconocerle.
Lo siguiente que os puedo contar es un gran malestar físico. Vómito, compulsiones, todo borroso, inconsciencia, oscuridad...
DESPERTÉ. Desubicada analizaba mi alrededor. Una barra de
metal en frente de mi cara, máquinas y papel. Giré la cabeza bocarriba y una fuerte luz dañó mis ojos. Estaba en el hospital. La primera lágrima se deslizaba por mi mejilla helada. Estaba viva, no lo merecía pero ahí estaba. Nunca me había sentido tan cerca de la muerte y ahora consciente, no podía evitar un sentimiento de arrepentimiento que agradecía infinitamente a la vida la oportunidad de permanecer a ella un día más.
Acompañada de la mejor persona que en ese momeno podría acompañarme, mi mano aferraba la suya al tiempo que sus calientes dedos acariciaban mi piel, pronunciando cariñosamente mi nombre e inspiránndome confianza y seguridad.
AGRADEZCO QUE EL ALCOHOL SÓLO ME HAYA ARREBATADO LOS RECUERDOS DEAQUELLA NOCHE, PORQUE HUBO UN MOMENTO QUE PENSÉ QUE ME ARREBATABA LA VIDA.
viernes, 30 de julio de 2010
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